Sin lugar a dudas la pandemia, y la transformación que esta conlleva, nos ha tocado en lo más profundo, primero como individuos y luego como ecosistema, del que son parte las organizaciones, las redes de apoyo, las empresas, los gobiernos y la comunidad. Nadie ha estado exento.
La primera reacción natural desplegó nuestro instinto de sobrevivencia y de preservarnos como especie y nos sensibilizó acerca del entendimiento de lo esencial versus lo prescindible, del valor de la familia, la salud de las personas como un bien mayor y la importancia de la colaboración versus la competencia, por nombrar algunos.
Cómo capitalizar lo aprendido y preparar el futuro
Es evidente que hay sectores de la economía que han sido más golpeados que otros, pero en mayor o menor medida todas las empresas y organizaciones han estado reinventándose, y es aquí donde el directorio debiera tomar un rol activo que vaya más allá de velar por la salud financiera, monitorear riesgos y cumplimiento, propiciando espacios de reflexión junto a la administración acerca de la estrategia y de cómo se debería configurar la nueva cadena de valor.
Debemos cuestionarnos acerca de cómo será la modalidad de trabajo y el lugar para desempeñarlo de manera segura, cuáles habilidades y competencias debemos desarrollar en nuestros trabajadores en un mundo cada vez más digital. Cómo se recreará la experiencia del usuario/consumidor, cuál será el mix óptimo de productos y servicios, cuál es la estrategia de marca acorde, cómo se llevará a cabo el proceso productivo y la logística de suministro; son algunas de las preguntas que surgen como parte fundamental del proceso de transformación.
Lee también |«Directorios y Regulador 2.0» por Luis Zúñiga
Una empresa consciente, la clave para romper los paradigmas
Otro aspecto que esta pandemia nos invita a la reflexión a nivel de Gobierno Corporativo es cómo conjugar los intereses de los distintos grupos (clientes, accionistas, proveedores, empleados, entre otros) que muchas veces parecen contrapuestos.
Me parece que el salto cuántico en la evolución de la empresa vendrá cuando entendamos que el verdadero propósito va más allá de maximizar el valor económico, y requiere la entrada de manera más determinante en otros espacios, jugando así un rol social más inclusivo y activo en la comunidad, cuidando del uso de los recursos y mitigando su impacto ambiental.
Sólo aquellas empresas conscientes del impacto que deja su huella, serán capaces de romper el paradigma de los intereses contrapuestos y maximizar el valor con y para todos.
De esta manera la pandemia nos invita a mirar y mirarnos desde otra perspectiva, a revisitar y reinventar la manera de hacer negocios, sin paradigmas. Lo más relevante es poner en evidencia lo imperativo que es que la empresa evolucione hacia un propósito de triple impacto. Sólo así seremos capaces de generar crecimiento y valor sustentable, rompiendo así el mito de la imposibilidad de atender los distintos intereses.
Debemos ser cuidadosos en no entrar en el juego de lo declarativo, ya que lo fundamental es permear esta consciencia social y medio ambiental en el ADN de la empresa y actuar de manera consecuente. El desafío es ser y no parecer.
Janet Awad
Directora de Empresas