La estrategia energética ha tomado relevancia en todo orden de negocios por ser un factor clave para avanzar en los criterios ESG. La industria consume más del 40% de la electricidad mundial y si ahondamos en cada empresa, los costos en energía están entre los factores de mayor relevancia en el ranking de gastos operacionales de los procesos productivos, llegando en muchos casos a ser más del 80% de la planilla de costos.
En un mundo cada día más electrificado y donde las tecnologías se van desarrollando a gran velocidad para acompañar el desarrollo humano, la estrategia energética en cada negocio comienza a tomar un rol clave, desligándose de los tiempos que pueda dictaminar la autoridad o la política país. En Chile si bien existen metas establecidas de reducir la intensidad energética en un 10% y con ello 28,6 millones de toneladas de CO2 al 2030, el trabajo finalmente es de cada empresa.
El beneficio que implica tener una estrategia energética desde el directorio se fortalece cuando las cifras mejoran la rentabilidad de la compañía, reducen las emisiones del proceso y evidencian a los stakeholders el real compromiso en torno al factor E, del ESG, que se refiere al medio ambiente (enviromental en inglés).
A su vez, los hábitos de los consumidores han cambiado y más del 80% está dispuesto a pagar por productos o servicios con compromiso sustentable. Eso implica que la compañía se desafíe a encontrar fórmulas con sus proveedores en la cadena del supply chain, siendo nuevamente el suministrador de soluciones energéticas, un importante aliado.
Pero un modelo energético para cada negocio, además de reducir costos, emisiones y colaborar al medio ambiente, es un factor preponderante también en la matriz de riesgo corporativo. Una adecuada estrategia energética puede ayudar a la empresa a estar menos expuesta a las variaciones en los precios que hemos visto en el último año, a los cambios climáticos que producen desajustes en la matriz, a los problemas de transmisión de las energías en el sistema y a la exposición a cortes en los suministros.
Juntando riesgos y oportunidades, podemos crear un Plan Energético con iniciativas que van de corto a mediano plazo, produciendo resultados medibles, para transformarse en indicadores y evidencias. Entre las iniciativas que pueden ser parte del Plan está revisar si la empresa se encuentra bajo régimen regulado o puede ser parte del mercado libre pudiendo optar a elegir su comercializadora, que le entregue un buen precio o agregación de valor. Con ello, revisar también las alternativas de autogeneración, incorporación de modelos de respaldo bajo en emisiones, almacenamiento y conocimiento cultural del cuidado energético, donde la perspectiva femenina contribuye a la ecuación.
Participación femenina en el mercado energético
Cuando revisamos las cifras de participación de mujeres en el mercado energético vemos que con mucho esfuerzo se ha llegado a un 23%, pero este porcentaje disminuye en la medida en que se sube en la escala organizacional. Hoy en Chile sólo el 10% de mujeres del rubro de la energía están en cargos de alta dirección o participando en directorios.
Si nuestro desafío como país es aumentar la participación de las mujeres y siendo la energía un aliado clave para la estrategia de los negocios en su camino por la sustentabilidad, resulta interesante cuestionarse si no ese conocimiento, experiencia y habilidades, que deberíamos incorporar en el directorio.
La diversidad de género es una oportunidad para reunir miradas y perspectivas diversas para la toma de decisiones y diseñar las organizaciones del mañana. Pero nos hemos centrado históricamente en conocimientos específicos de finanzas o regulatorios, en el último tiempo abriéndonos a la posibilidad de incorporar conocimiento en tecnologías y este año provocado también el de criterios ESG, más cuando la Comisión de Mercado Financiero ha llamado a las empresas abiertas a reportar bajo determinados estándares sus memorias de sostenibilidad.
Vamos avanzando, entonces, en la incorporación de otras miradas en temáticas de impacto. Es la hora de mirar también en la planificación estratégica de las empresas la enorme oportunidad que nos entrega la energía.
La estrategia energética es de aliados y transformaciones. Requiere de diagnósticos correctos y entender el rol de la energía en cada negocio, para diseñar modelos adecuados a los recursos y al valor que generan en la productividad y rentabilidad de las compañías. La energía es también un motor de cambio organizacional y eso es a su vez, una transformación cultural. Hacer los negocios más eficientes energéticamente implica involucrar a las personas en sus hábitos y procesos. La perspectiva de mujer en las transformaciones culturales es también un valor en las conversaciones estratégicas.
Cuando por estos días nos planteamos como país fomentar la equidad en los directorios, puede ser una interesante oportunidad para mirar el aporte que las mujeres pueden hacer desde un rubro que aún presenta bajas tasas de participación, pero que es tan relevante para apoyar en la transición energética y en colaborar desde las empresas, a incorporar estrategias que contribuyan al ecosistema.
Jocelyn Ann Black Duvanced
Gerente Clientes, IMELSA Energía